Y por supuesto, también está ese asunto de nuestra identidad en línea. ¿Quiénes somos? Por supuesto que hay, con respecto a esto, toda clase de posturas. Están quienes creen que el hecho de que nuestros datos estén en internet atenta contra nuestra privacidad. Yo creo que el asunto es más complejo y bastante más comprensible si entendemos las cosas desde nuestras reglas de convivencia en el mundo real. No se trata de exhibir frente al mundo entero quién soy en lo privado, ni tampoco que mi jefe sea testigo de mis francachelas, pero en la vida no virtual tampoco lo hacemos. Abrir nuestra sesión y compartir por medio de Google+, nos permite decidir (según nuestros círculos) qué parte de nosotros queremos compartir con quien, entendiendo que no dividimos nuestra conducta en pública y privada, sino en varios niveles de competencia comunicativa (familia, trabajo, amigos, amigos muy cercanos, gente que acabo de conocer en el súper, en fin). Queramoslo o no, nuestra imagen puede proyectar aspectos de nosotros o que nos convienen o que no deseabamos proyectar; en línea, como en la vida real, es mejor que nosotros mismos seamos los que tengamos el control de lo que se percibe de nuestra personalidad.
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